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Equus | ArgChi | 0/?

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ThePandaHero2's avatar
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Summary: {Equus - A caballo}. Martina es una chica de campo, Gabriela es un príncipe de mentira. Por casualidades de la vida, que no son tan casualidad, sus caminos se cruzan, y Gabriela se da cuenta de que fingir ser del género opuesto sí puede llegar a ser últil.

Advertencias: Ninguna por ahora. Bueno, lo de siempre, mis disculpas si algo no encaja o similares.

Pairing/personajes: Fem!ArgentinaxFem!Chile.

Capítulo: 0/? (voy a intentar alargarlo lo más posible).




i. Prólogo (2021 words).

Su cabello ondeaba con el viento, dejándose llevar con la brisa y sintiendo los reflejos de los rayos de un Sol que pretendía irse ya a dormir. Una cabellera larga, rubia y lisa, sedosa, que pertenecía a Martina Hernández, hija del granjero más rico de toda la aldea. Martina era una chica de 19 años, hacía tres que se debería de haber casado, pero su rebeldía le impidió ser del agrado de un chico cualquiera. Y menos de estos ricos, de los que están todo el rato quejándose de las injusticias de la vida y se dedican a leer libros sobre economía y política.

A Martina le gustaban los cuentos. Les gustaban aquellos que le contaba su madre de pequeña sobre la princesa que se escapó, el príncipe en apuros, el matrimonio forzado que acababa siendo feliz, e incluso Romeo y Julieta. A Martina le gustaban los finales trágicos, pero tampoco veía su vida acabar en uno. Vivía en una aldea perdida en medio de la montaña donde era libre, nadie sabía de la existencia de esas diez casas perdidas allí, nadie molestaba. Sólo personas haciendo su vida, naciendo y muriendo hasta que llegue el día en el que el viento cese, las margaritas se marchiten y la Tierra desaparezca. Allí ella y todo el mundo se sentían cómodos, hacían trueques para sobrevivir y salían de paseo, como era su caso en aquella tarde de otoño.

Sus ojos eran verdes esmeraldas, su pelo rubio oro, su piel blanco mármol, sus labios finos como las hierbas que apartaba en su camino, y pestañas de camello, casi albinas. Era, en pocas palabras, la única con tales características del pueblo, por lo que su padre estaba muy orgullosa de su aspecto... más que de ella. Este estaba a punto de morir y no le gustaba la idea de que su hija no le agradase a ningún chico con propiedades de más o menos su edad, y tampoco le gustaría tener que casarla con un viejo cascarrabias que abusara de ella. Martina era una chica, y por lo tanto, no podía heredar directamente las propiedades de su padre, tenía que casarse para heredarlas y juntarlas con las de su esposo. Era una ley, y las leyes debían cumplirse.

Gabriela, por su parte, era la hija del alcalde de una ciudad medieval, quien ocultaba su verdadero género diciendo que Gabriela era un chico. Y, de hecho, físicamente lo era: el pelo recogido en una coleta, un rostro indiferente todas las horas, minutos y segundos del día, una mirada apagada, esbelta, además de que el poco pecho que tenía lo cubría con dos o tres capas de vendas. Esto era porque el viejo alcalde quería ceder el puesto a su hija sin que tuviese que casarse, ya que sabía que ella era responsable y lo haría mejor que cualquier fulano de pueblo. Gabriela era cubierta por el nombre de Manuel, usaba ropas elegantes y de alto precio. Sus ojos eran de un color miel mostaza algo bizarro y sus cabellos eran rebeldes y de un color caoba brillante y limpio. Sus labios eran casi inexistentes, cosa que le daban puntos positivos para asemejarse a alguien del género opuesto.

Era, en pocas palabras, un príncipe de mentira.

— So, Abedul, so —con estas palabras Martina logró detener al robusto caballo con nombre de madera blanca—. Ya llegamos al río. Ahora media vuelta.

El caballo relinchó con gusto y movió su cola y crin al mismo ritmo que la rubia cabellera de la chica, quien se aferraba a las cuerdas con fuerza y entrecerraba los ojos, preparándose para galopar y que el viento golpee sus ojos, secándolos y haciéndolos lagrimear. Era una sensación de velocidad y libertad increíble, Martina podía jurar que no sería capaz de dejarlo nunca, peor que una droga, se decía a sí misma.

Se podía escuchar hasta las flores y hierbas rozar las patas de Abedul con violencia debido a la velocidad, el viento golpeando los oídos de Martina, algunas aves surcando el cielo, algunas en círculos, otras en línea recta, algunas se apoyaban en las ramas de los árboles para descansar. Pero ella no escuchaba nada, sólo era capaz de escuchar su alma gritar de la emoción.

Cuando llegaron cerca de la carretera, decidió relajar la marcha de Abedul e ir a paso lento. El animal también se veía feliz al mover el pelo de la cola tan vistosamente, era una pena que ningún carro tirado por caballos de las grandes ciudades pasase cerca, que sino, se quedarían mirando la elegante imagen que proporcionaban ambos.

Estaba cayendo el Sol ya, rendido, escondiéndose entre las verdes y vistosas montañas. Martina tenía algo de sueño y estaba algo cansada, sin contar el esfuerzo que estaba haciendo el animal por llevarla medio dormida. A lo lejos, se escuchaba un repiqueteo de los cascos de unos caballos. La rubia giró la cabeza y pudo ver, en efecto, un carro en el que el conductor era un señor regordete con traje. Pensó, de seguro eran una familia rica.

Mientras, dentro del carro, a lo lejos, una enfurecida Gabriela y su padre, discutían sobre el futuro de la chica que ya iba a cumplir la mayoría de edad.

— ¡He dicho que no quiero casarme! —gritó ella, ya levantándose de su asiento y haciendo que el carro vacilase un poco.

— ¡Gaby, siéntate, por favor! ¡Sabes que si no te casas, nadie podrá tener el control de la!... —su padre fue interrumpido por una mirada hostil por parte de la chica prácticamente travestida de chico.

— ¡Pero me voy a casar con una mujer! ¿Y cuando queramos hacer descendencia? ¡¡Ándate a la mierda, me bajo aquí mismo!!

El carro comenzó a tomar turbulencias y las anteojeras de los caballos a no surtir efecto sobre ellos, ya que estaban perdiendo el control al notar tanto movimiento y escuchar el estruendo de dentro del carro, mientras el gordo conductor intentaba tomar bien las riendas. El hombre mayor sabía que ella tenía razón, iba a casarse con una persona de su mismo género, o al menos eso le había contado. En realidad, iban a casarla con su hermano y revelar de una vez su escondido género, mas eso sería ya tras la presentación.

Los caballos comenzaron a alzarse sobre dos patas, y Martina dio media vuelta para galopar hacia allí, preocupada por lo que pasaría. Los animales chocaron entre sí y galoparon a gran velocidad, haciendo que Gabriela perdiese el equilibrio dentro del carro. Tal fue el golpe que se dio contra el muro, que sin percatarse, tenía medio cuerpo fuera del carro, y cada vez iba más hacia afuera... de repente, su vista cambió a negro, había perdido totalmente la consciencia.

. . .


Cuando la chica despertó, estaba en el segundo piso —o eso dedujo— de una casa hecha de cemento cubierto por cal blanca como perlas, con el techo de paja quemada. Tumbada en una cama hecha del mismo material que el techo, pero cubierta por una manta para no pincharse, y otra que le cubría a ella misma. Entreabrió sus ojos color miel para observar todo a su alrededor, sin aún saber qué hacía allí, ni qué había pasado. Sólo recordaba haber peleado con su padre, y... ¡¿dónde estaba su ropa?!

Sus elegantes prendas habían desaparecido, en su lugar, tenía puesto una camisola larga blanca con un lacito rojo que brillaba con el reflejo de la luz y unos pantalones que parecían vaqueros de color mostaza apagado. Quiso frotarse los ojos, mas un dolor punzante asaltó toda la piel de su brazo, haciéndole gemir en alto. Varios minutos después del conato de movimiento, golpearon la puerta de madera antes de que una chica rubia y de rostro hermoso, como una muñeca, se asomase.

— ¿Ya te despertaste? —preguntó son una amplia sonrisa, marcándosele los hoyuelos a ambos lados de las comisuras de sus labios.

— Qué... ¿qué hago aquí? ¿Quién sois?... —preguntó como golpeado por el ruido de la puerta abriéndose, molesto.

— A la primera no sé qué responder, a la segunda: mi nombre es Martina —se dirigió hacia donde ella, sentándose en un taburete de madera cercano a la cama—. Podés llamarme Tina, si lo preferís.

Gabriela se sintió curiosa al escuchar el acento de la rubia, era realmente extraño, y tenía pinta de extranjero. Aún así, se dijo para sus adentros, era algo parecido en la entonación al dialecto que usaba para hablar con su padre. Parpadeó varias veces antes de reaccionar y por unos momentos, no supo si revelar su género real a una persona que le había salvado la vida, u ocultarlo. Porque igual era alguien que acababa de conocer y no tenía por qué confiarle sus secretos.

— Entiendo... vos po...

— Tratame de tú, por favor. Es más agradable y más común por estos lares... —se ajustó uno de los mechones largos rubios tras la oreja, mirando despreocupadamente por la ventana al costado derecho de Gabriela—. ¿Y vos quién sos?

— Me emociona que quieras saberlo, ah. Me llamo... —se pensó dos veces más el revelar su verdadera identidad, luego negó aquella idea y prefirió ocultar su género— Manuel. Mi nombre es Manuel.

Martina quedó como en una especie de ausencia mental en la que miraba por la ventana, sin responder o confirmarle a Gabriela que le había escuchado perfectamente. Tras ver unos nubarrones casi negros, asintió y se levantó.

— Esta noche va a llover. La granja peligra —murmuró, mirando al techo—. ¿Sabés? El techo está hecho de paja, pero eso es por dentro. Está cubierta por tejas, pero no están muy bien adheridas a los muros y podrían desplomarse...

— ¿No tienen más recursos para cubrir el techo? —cuestionó la morena, girando el cuello con lentitud para no hacerse daño. No estaba segura de si eso era una tortícolis o efecto de saltar por la ventana del carro, pero dolía lo suficiente como para impedir que se moviese.

— No. Aunque mi padre sea el granjero más rico, no dispone de una gran cantidad de madera, ni de la suficiente como para cubrir el techo. No hay ningún leñador en el pueblo, estábamos buscando uno, pero para nuestra desgracia, sería peligroso salir fuera de estos lares.

— ¿Y eso por qué es así? Viven en un bosque a lo alto de la montaña, son libres, pueden bajar a la ciudad siempre que quieran. No veo ningún inconveniente lo suficientemente grave como para...

— Nosotros vivimos aquí porque construimos nuestras propias casas, criamos nuestro propio ganado y cultivamos nuestras propias hortalizas. Estamos construyendo en un territorio natural que no pertenece al estado, por lo cual no pagamos impuestos ni podemos comerciar. Vivimos de nuestros propios recursos, ya que, si bajamos a la ciudad, podrían detenernos por construcción ilegal... es complicado de explicar. Pero en resumen: no podemos permitirnos el lujo de movernos libremente por el país —aclaró Martina, cerrando los ojos y bufando—. En fin, ¿quieres algo de comer, o necesitas algo?

— Me gustaría saber por qué no logro moverme.

— Ah, eso es porque te diste un golpe contra una roca en la espalda. Cuando te vi contra esa roca, creo que me dolió más a mí.

Tocaron a la puerta y volvió a abrirse. Esta vez era una señora de unos cincuenta y tantos años, bastante rechoncha y ya con canas blancas y grises en el pelo. Vestía una camisola azul con una falda del mismo color y un delantal blanco sobre sus prendas, además de una especie de... ¿gorro de baño blanco? sujetándole el pelo recogido en un moño bajo.

— Señorita Tina, es hora de dormir —avisó la mujer sin aún entrar en la habitación, mirando rápidamente todo a su alrededor.

— Sí, doña Agustina. Lo siento, Manuel, pero me tengo que ir —luego se dirigió a la chica, sonriéndole ampliamente—. Nos vemos mañana, intenta dormir bien aunque escuches los relámpagos.

— Eso no me tranquiliza... —rodó los ojos—. Pero de acuerdo. Hasta mañana.

Dicho esto, el Sol se ocultó rápidamente, y, con él ambas chicas se acostaron para esperar el amanecer de un Sol que, seguramente, haría que el agua de los charcos se evaporase.
Buenas, aquí escribí el fic yuri que prometí. Voy a intentar seguir una buena trama y no perderme de ahí, pero, si tienen algún consejo, siempre se agradece. Si hay algo que no comprenden avísenme y lo reescribo, no hay problema. xD Espero que les guste, este es sólo el prólogo de lo que llegarían a ser aproximadamente cinco capítulos, he leído poquito ArgChi fem y me gustaría escribir algo sobre ellas. Le puse Martina a Martín (iba a ponerle Valentina pero la costumbre me obligó a no hacerlo xDU) y Gabriela a Manuel, aunque se cubra con el nombre de varón. Al principio tuve un dilema, le pregunté a amigas chilenas sobre nombres que escuchasen mucho y estaban Javiera, Constanza, Gabriela y unos cuantos más. Y bueno, eso, ¡chao!

Argentina (Martina) y Chile (Gabriela) pertenecen a Rowein
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Comments5
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677mara's avatar
Que buen fic! da gusto encontrar fic's como este.

De verdad ansío por una segunda parte!!

Siga así y llegará lejos :)